miércoles, 23 de septiembre de 2009

Conclusión

Había vuelto su rostro hacia mí y, sin dejar de atizar el fuego, me dedicó una amplia sonrisa. En aquellos instantes agradecí los 40 dólares que me habían cobrado por las velas y que atenuaban la iluminación de la sala, ya que mi rostro debía tener la apariencia similar a un tomate. ¿Cómo podía pensar en mí después de tantos años?

-Me han hablado mucho de tu trabajo -continuó él, rompiendo con sus palabras la magia de momento-. No es ningún secreto que tus campañas publicitarias son todo un éxito. Mi grupo quiere que te unas a nosotros.

-¿Tu grupo? -pregunté sorprendida.

-Los Aparecidos.

-Suena siniestro.

Él sonrió.

-El nombre no es muy apropiado que digamos, pero hacen cosas extraordinarias: ayudan a personas que atraviesan situaciones como la que yo he superado, gente que ha perdido toda esperanza de vivir una vida normal, individuos que por sí solos, no son capaces de superar una grave enfermedad.

-Y, ¿qué es lo que hacen exactamente?

Él dejó a un lado el atizador y se puso en pie.

-Normalmente se encargan de cubrir los gastos de médicos especializados que la familia no puede costear, también les ayudan a superar las secuelas psíquicas que la enfermedad haya podido ocasionar y les facilitan nuevos empleos.

-¿Y cómo pueden costear todo eso?

-Principalmente a base de donativos. Por eso, cuando descubrí que trabajabas en el departamento de publicidad del New York Times, pensé que serías la persona ideal para colaborar con nosotros...

Hizo una pequeña pausa y luego continuó:

-También consideré la idea de reanudar nuestra relación.

Aquella declaración me dejó sorprendida y no pude evitar preguntarle:

-¿Estás casado?

Él volvió a sonreirme y me sentí cautivada por aquella sonrisa.

-No. No estoy casado... en cierto modo.

Eso podía significar que estaba viviendo con alguien. Decidí desviar la conversación hacia un tema que me resultara menos incómodo.

-¿Qué has hecho durante todos estos años?

-He viajado mucho. Tras superar la enfermedad decidí compartir mi experiencia, me uní a Los Aparecidos, y desde entonces me he dedicado a ayudar a la gente que pasa por situaciones similares a la mia.

Era la segunda vez que nombraba su enfermedad. Eso sólo podía significar que había conseguido superar todo aquello. Desde que le diagnosticaran una anemia ferropénica, su salud había ido empeorando, haciendole que cada vez se sintiera más débil, hasta que se vio consumido de tal manera que no tuvo más remedio que abandonar su carrera y, con ello, todas sus ilusiones. No era normal que la enfermedad se agravara de aquel modo, pero los médicos no encontraban ninguna solución a su caso.

Cuando finalicé la carrera me trasladé a vivir a Tarragona y perdimos el contacto. Verlo ahora ante mí y con aquel aspecto tan saludable, me hacía sentir extraña. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido y entre nosotros nunca hubiera existido aquella separación.

-¿Te quedarás a cenar?

No sé por qué, pero esperaba que dijera que sí.

-Por supuesto -respondió mientras desviaba la mirada hacia la puerta de la cocina que permanecía entreabierta-, me encanta el carpaccio.

-¿Cómo sabes que tenía carpaccio para cenar?

-Me encanta el olor de la carne cruda.

Pensé que tenía un excelente olfato.

-¿Te apetece una copa de vino del Priorat?

Él enarcó una ceja, sorprendido. Yo le sonreí, y sin esperar a que me contestara, me dirigí hacia la cocina, recuperé mi copa que había dejado sobre la encimera y serví una nueva y generosa cantidad para él. Cuando salí al comedor, él se había quitado la chaqueta y la dejaba caer despreocupadamente sobre el respaldo del sofá. Le ofrecí la copa de vino y él se la llevó a los labios.

-Excelente cosecha la del 2004 -aseguró como si fuera un excelente catador. Luego se llevó la mano derecha a la parte superior del cuello de su camisa y desabrochó un par de botones.

Aquello me sorprendió bastante; me hizo pensar en lo atractivo que se había vuelto con el paso de los años y en si yo estaba a la altura de las circunstancias. Entonces recordé, alarmada, que tal vez mi cabeza se hallara invadida por aquellas innumerables y horribles orquillas que utilizaba para sujetar ni rebelde cabello. Dejé la copa a un lado de la mesa y me dirigí hacia el espejo que colgaba de la pared para examinar mi aspecto.

El espejo reflejaba mi imagen. Era un bonito espejo que mi madre me había regalado con motivo de mi traslado. Era el único recuerdo de una vida que había dejado atrás.

De pronto escuché su voz tras de mí.

-Así qué: ¿estás de acuerdo?

-¿En qué? -le respondí mientras arreglaba un par de rebeldes mechones que caían sobre mi frente.

-¿Qué te parece mi propuesta?

-Me parece muy interesante.

-Pues sólo tienes que decir la palabra SI y te abriré los ojos a un mundo nuevo. Conocerás gente diferente, personas maravillosas con las que, sin duda alguna, congeniarás ala perfección.

¿Gente nueva? ¿Amigos? Por fin iba a tener la oportunidad de conocer personas que no tenían nada que ver con mi trabajo, gente con la que podía congeniar y celebrar fiestas maravillosas como la de Halloween. No lo dudé un instante y respondí:

-Sí.

En ese momento, sentí cómo una ráfaga de aire frio e intenso penetraba en la sala. Me estremecí al percibir que algo rozaba mi cuello y un ligero vaho erizaba los pelos de mi nuca. Unos frios dedos rodearon mi garganta y el broche que sujetaba la cadena de mi pequeño crucifijo se desprendió, dejando oculto aquel símbolo cristiano bajo el escote, en forma de pico, de mi camisa.
Entonces lo comprendí todo.

Alcé mis ojos para buscar a Carlos pero no vi su reflejo en el espejo. Comprendí, demasiado tarde, que él no había superado su enfermedad o, al menos, no como se supone que debería haberlo hecho. La verdad era mucho más escalofriante. Lo más duro era reconocer que él no me había engañado en ningún momento. Me había puesto las cosas bien claras. Él no había quebrantado las reglas pero yo sí: él me había pedido que lo invitara a entrar en mi casa y yo lo había hecho; él me había preguntado si quería formar parte de aquella nueva vida y yo, le había dicho que sí.

Intenté recordar todas las oraciones que me enseñaron de pequeña pero mi alma ya estaba condenada. Cuando sentí el dolor de sus colmillos hincándose de manera precisa sobre aquel punto de mi cuello, muy cercano a la yugular, comprendí que para mi la vida, tal y como la había conocido hasta entonces, había llegado a su fin.

martes, 15 de septiembre de 2009

True Blood llega a la Cuatro



Antes de concluir el relato empezado antes del verano tenemos que destacar el estreno de True Blood en el canal cuatro. Al fin, los que no estamos abonados al Plus, tenemos la oportunidad de seguir esta serie basada en las novelas de Charlaine Harris.


Curiosamente, este fin de semana tuve la ocasión de leer el primer libro de los nueve que, por el momento, consta esta saga. Aqui, en España, tan sólo se han publicado tres y a finales de este mes de octubre, coincidiendo con las fechas de Halloween, tendremos la oportunidad de adquirir el cuarto.

Pero... ¿de qué va True Blood?


True Blood nos cuenta la historia de Sookie Stackhouse, una camarera con poderes telepáticos que termina enamorandose de Bill Compton, un vampiro cuya mente, no puede leer. En este primer volumen (Muerto hasta el anochecer) se nos presenta a los personajes y el extraño modo de vida que los rodea: resulta que ahora los vampiros se están reinsertando en la sociedad y todo gracias a los japoneses que han inventado una nueva bebida sintética, True Blood, que puede adquirirse en cualquier supermercado y que contiene todas las propiedades y nutrientes que un vampiro necesita para sobrevivir.


Después de ver el primer episocio y de haber leído el libro, puedo asegurar que la adaptación es muy buena. Si mi instinto no me engaña, la primera temporada abarcará lo que es el primer volumen de la serie, por lo que podemos augurar que tendremos serie para largo.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Tras la puerta...

No sé qué fue lo que más me sorprendió: si el hecho de que alguien hubiera llamado a la puerta o descubrir quien lo había hecho. El sofocante calor que recorrió mi cuerpo al abrir la puerta, a pesar de haber nevado hacía un par de horas, no lo había causado ningún efecto del cambio climático sino la presencia del ser que tenía ante mí.

Hacía más de quince años que no veía a Carlos, desde que finalizamos nuestros estudios de Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Barcelona. Durante aquella época, nuestra relación había ido creciendo hasta el punto de llegar a ser algo más que amigos; pero durante el último año conoció a una mujer mayor que él y mucho más guapa e interesante que yo, de la cual se enamoró perdidamente y nuestra amistad, se enfrió.

Me sorprendió verlo tan cambiado y me fastidiaba reconocer que estaba mucho mejor que en sus años de adolescencia. Sus amplias facciones juveniles habían desaparecido. Aquellos inocentes ojos azules que yo recordaba llenos de esperanza e ilusión, lucían ahora más sabios e inteligentes. La madurez le confería una magnífica apariencia. Llevaba el cabello largo, sin observarse en él ninguna cana, cosa que no podría decir de mi propio cabello, tan plagado de aquellos horribles mechones canos que me hacían aparentar más edad de la que en realidad tenía.

-¿Qué te parece si me invitas a entrar?

Lo dijo con gran naturalidad, como si ayer mismo nos hubiéramos despedido en ese mismo umbral. Su voz era profunda y sus dientes blancos destacaban en una franca sonrisa que me dedicaba, mientras desviaba la mirada hacia el muérdago que había colgado sobre la puerta.

-¡Cómo no! -le respondí intentando ocultar tras la puerta el rubor que acudía con rapidez a mi rostro. Me aparté del umbral, asegurándome de permanecer lo más alejada posible del muérdago y abrí la puerta para que él pasara.

Carlos entró en mi apartamento observando con curiosidad cada rincón de la sala. Nunca me visitaba nadie y el ser ordenada no era una virtud que me caracterizara. Pensando que él querría acomodarse en el sofá, corrí a quitar las revistas que se hallaban esparcidas sobre éste y las coloqué de cualquier manera sobre el pequeño mueble del recibidor. Un par de jerséis desaparecieron con rapidez bajo mi brazo y hechos un ovillo, alcanzaron, con un vuelo, la superficie de mi cama. Cerré la habitación para que no advirtiera el desorden de su interior y carraspeé con fuerza (gesto que revelaba mi disposición nerviosa en ese momento y que, por desgracia, él conocía a la perfección).

En contra de lo que yo pensaba, Carlos no se sentó sino que se acercó a la chimenea y se agachó frente a ella para terminar lo que yo había comenzado. A él se le daba mucho mejor eso de encender chimeneas y a los pocos minutos las llamas crepitaban en su interior dando calor al lugar.

-¿Qué te trae a la Gran Manzana? -me oí preguntar.

-Tú.

miércoles, 29 de julio de 2009

Preparando una fiesta...

Cuando llegué a casa me puse cómoda y repasé mis nuevas adquisiciones: una calabaza de plástico, un esqueleto de goma, muérdago (que aunque era típico de navidad no pude evitar comprarlo), un par de brujas y unas siniestras velas, todo ello comprado en el Soho y a un precio que consideré bastante razonable; cosa que no puedo decir del cd de Marylin Manson que adquirí en Saint Marks. Finalmente desenvolví el carpaccio que pude conseguir en la Pequeña Italia -ya que no pensaba quemar la cocina intentando elaborar un sofisticado plato, cuando lo mío no era la cocina-, y rebusqué en mi videoteca alguna película de terror. No es que apreciase mucho este género pero en mi colección, no faltaba un buen clásico como Drácula o Frankenstein: perfecto para aquella noche.

Colgué las brujas en las ventanas, el esqueleto cerca de la chimenea y la calabaza la dejé sobre la mesa para ambientar mi "cena para dos", es decir: para mí y mi amigo invisible. Luego coloqué el muérdago bajo la entrada de la puerta para atraer el espíritu de algún hombre guapo que se enamorara perdidamente de mí aquella noche y me dispuse a encender la chimenea. Normalmente hacía servir la calefacción central pero aquella noche, creaba más ambiente el calor del hogar.

Me acerqué a la chimenea y dispuse las ramas tal y como había visto hacer en las películas. Evidentemente, no conseguí que estas prendieran. Era más sencillo verlo que hacerlo.

Dejé a un lado el atizador y me acerqué a la cocina para combatir el frio con una buena copa de L'Ermita del año 2004 de Priorat, comprado expresamente para la ocasión en la conocida tienda "Tinto Fino", situada en el East Village. Los 440 dólares que me había costado la botella deberían bastar para que el preciado vino tuviera el mismo efecto que una buena calefacción. Descorché la botella y me serví una copa. Luego me dispuse a preparar el carpaccio.

Entonces llamaron a la puerta.

viernes, 24 de julio de 2009

El Comienzo...


¿A quién le gusta estar solo?
Hacía aproximadamente ocho meses que me había trasladado a la ciudad de Nueva York por motivos laborales, más concretamente a Greenwich Village -en el barrio de Manhattan-, y aún no me había adaptado a su agitado ritmo de vida; dicho de otro modo: todavía no conocía a nadie que me invitara a sus fiestas. Ser la nueva coordinadora de la sección publicitaria del New York Times no era la mejor manera de establecer una relación de carácter personal y ello propiciaba que echara de menos a los amigos que había dejado atrás; y es que, vivir en la Gran Manzana, no era lo mismo que vivir en un pequeño pueblo de la costa.
Aquella misma tarde había recibido un correo electrónico en el que una tradicional bruja rodeada de siniestros murciélagos reía de manera estridente mientras aparecían unas letras formando la frase: "Feliz Halloween". Lo enviaba mi amiga Agnés junto con un mensaje en el que me explicaba que le habían entregado las llaves de su nueva casa y, para celebrarlo, había invitado a todas nuestras amistades a una gran barbacoa. ¿Una barbacoa en pleno mes de octubre y con el frio que hacía? Una vez más me daba cuenta de la gran distancia que nos separaba.
Transcurría el mes de octubre, en pleno otoño. Los árboles habían perdido ya sus hojas y hacía un frio que te calaba hasta los huesos. Aquella era una de las cosas que más echaba de menos: el clima cálido de Tarragona. Durante unos instantes, sentí que la envidia y la nostalgia me corroían. Pero no soy una persona que se deprima con facilidad, al menos, no pensaba hacerlo en un día como aquél; así que sin perder más tiempo, moví el cursor hacia la entrada de mi correo que ponía "responder" y tecleé: Espero que disfrutes mucho de tu nueva casa. Saluda a todos de mi parte y... ¡feliz halloween! Luego le dí a "enviar", cerré el portátil sin comprobar que el mensaje se hubiera enviado correctamente y me dirigí hacia mi escondite secreto, en el que guardaba unos cuantos dólares para casos de emergencia.
Y aquél, era un caso de emergencia.
Cogí todo el dinero y lo metí en el bolsillo interior de mis tejanos. Luego me puse el abrigo y coloqué despreocupadamente una bufanda alrededor de mi cuello por si hacía demasiado frio. Cuando abrí la puerta me quedé helada. ¡Ya había vuelto a nevar! Ajusté la bufanda alrededor de mi cuello y opté por coger el bus para ir hacia el East Village. Estaba convencida de que si tomaba un taxi, éste se las ingeniaría para tomar la sexta avenida y meterse de lleno en el famoso desfile de halloween que tendría lugar dentro de media hora y no estaba dispuesta a que un listillo taxista se ganara su paga extra conmigo. Los dólares que tenía estaban destinados a las compras de halloween.

miércoles, 1 de julio de 2009

Retomando proyectos


Ya ni siquiera recuerdo cuando decidí realizar este proyecto.


Creo que ha pasado más de un año y todavía sigue igual (bueno, mentira, ya llevo concluidos dos relatos y tengo un tercero a medias).


Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, empecé a leer literatura que yo llamo vampírica, dándome cuenta que el mercado está saturadísimo de estos especímenes que yo creía podía ser original. Desde que Stephanie Meyer nos inundó con Crepúsculo han surgido vampiros hasta de debajo de las piedras (como los escorpiones). Ya hay de todo: detectives, médicos, estudiantes que aún repitiendo siempre el mismo curso nadie sospecha lo que son, amantes que viven de su propia sangre... el mito del vampiro se ha ido desvirtuando cada vez más hasta hacerlo aparecer como una especie de pelele.


Esto ha hecho que cerrara el proyecto durante una temporada más bien larga (esto y otras cosas) para reflexionar sobre el tema y tomar unas cuantas decisiones. Creo al fin sé lo que quiero hacer, pero esto me obliga a retomar la historia y enfocarla de otra manera. Creo que al tratarse de historias sueltas, tal vez pueda conseguirlo.

jueves, 26 de marzo de 2009

New York

Escogí la ciudad de nueva York como habría podido escoger cualquier otra capital del mundo. El trabajo que se nos planteó fue hacer un relato que contuviera ciertos "detalles": el nombre de una enfermedad, un objeto, una profesión... no recuerdo exactamente cuáles eran aquellas palabras que debían aparecer en nuestro relato; pero entre ellas existía el nombre de una capital.

Decidí que fuera Nueva York.

Más tarde, según nuestro profesor, las más típicas que solían ser escogidas eran Nueva York y Londres, por lo que deduje que no había sido muy original. Aún así, me gustó el resultado y nunca me ha dado por cambiarlo. No conozco Nueva York y me gusta que un relato situado en la época actual transcurra en una ciudad tan increíble como ésta.

La ciudad de Nueva York está situada en la costa Este de Estados Unidos de Norteamérica, bañado por el Océano Atlántico en el que desemboca el río Hudson que atraviesa todo el estado. Limita al Oeste con New Jersey, al Noroeste con Connecticut y al Sureste con Long Island. La ciudad da nombre al estado cuya capital es Albany. Hasta 1898 la ciudad estaba formada únicamente por Manhattan a la que se le unieron ese mismo año los condados de Kings (Brooklyn), Queens, Bronx y Richmond (Staten Island).


Nuestra protagonista vive en Greenwich Village, uno de los barrios del bajo Manhattan. Pero veamos cómo son estos condados que conforman New York.


Manhattan

Manhattan (Mannahatta) o isla de las colinas según su vocabulario indígena, mide 21.5 kilómetros de largo y 3.7 de ancho y es el distrito de más importancia de los cinco que componen la ciudad.
Manhattan está dividida en tres sectores:
Downtown o Bajo Manhattan, en el extremo sur de la isla, se extiende desde Battery Park hasta la calle 14 y es la parte más antigua de la ciudad. Sobre ella se elevan las torres del Financial District donde se encuentra el New York Stock Exchange o Bolsa de Nueva York. Esta parte de Manhattan se encuentra formada por barrios o vecindarios todos ellos con personalidad propia como Chinatown, Little Italy, Soho, Tribeca o Greenwich Village.
Midtown o parte central, abarca desde la calle 14 a la 59 y es la zona de Manhattan más turística y donde se concentran la mayor parte de los símbolos de Nueva York. Empire State Building, Chrysler Building, ONU, Rockefeller Center, Grand Central Terminal o Times Square, el distrito teatral de Broadway, son algunas de los puntos más visitados de Nueva York y que se encuentran en esta parte de la ciudad. A diferencia del Bajo Manhattan, las calles de Midtown están perfectamente diseñadas en forma de gran cuadrícula. Perderse por esta parte de la ciudad es un tanto difícil, ya que las calles se encuentran numeradas de sur a norte y las avenidas de Este a Oeste. La Quinta Avenida divide la ciudad en dos grandes sectores: East y West. Broadway es la única avenida que cruza la ciudad en diagonal.
Uptown es la parte norte de Manhattan desde la calle 59. Upper East Side es, con diferencia, el vecindario más pudiente de Nueva York, también conocida como la Milla de los Museos por albergar algunas de las instituciones culturales más importantes de la ciudad, como el Metropolitan Museum of Art, el Guggenheim Museum y el Withney Museum. En el Upper West Side nos encontramos con el American Museum of Natural History, Lincoln Center y la catedral St. John The Divine. A lo largo del área norte del Uptown se encuentra Harlem ocupado en su gran mayoría por ciudadanos de origen afro americano. En el Este de Harlem predomina el hispano, en el llamado Spanish Harlem, ocupado mayormente por ciudadanos Puertorriqueños.
Brooklyn

Brooklyn es el distrito más poblado de Nueva York. Se encuentra al Suroeste de Long Island y su nombre se le debe al pueblo holandés Breukelen.
Desde 1883, con la apertura del puente de Brooklyn (todo un símbolo de la ciudad) este distrito vive a la sombra de Manhattan. Al Este y junto al Brooklyn Bridge se encuentra el histórico y tranquilo barrio de Brooklyn Heights, caracterizado, además, por ofrecer unas de las más espectaculares vistas de Manhattan.
Al Norte está Williamsburg, un moderno barrio en el que conviven distintas culturas, innumerables galerías de arte, tiendas y hogar de muchos artistas. En otros barrios como Flabush y Midwood, se haya la mayor comunidad del mundo de judíos ortodoxos fuera de Israel. DUMBO (Down Under the Manhattan Bridge Overpass) es el barrio de los más modernos y revolucionarios artistas atraídos por rentas bajas.
Dos importantes museos se encuentran en Brooklyn.
El Brooklyn Museum of Art es uno de los más grandes de Estados Unidos con una de las colecciones egipcias más importantes del mundo.
El Children's Museum fue el primer museo del mundo dedicado a los niños.
Coney Island, en el extremo Sur de Brooklyn, es el parque de atracciones de la ciudad con su famosa montaña rusa Cyclone.El Brooklyn Botanic Garden, es sin duda el jardín botánico más exquisito de la ciudad; el Prospect Park, realizado por los mismo diseñadores de Central Park, y su pequeño zoológico, es el parque más visitado de Brooklyn; y el New York Aquarium con sus más de 300 especies marinas completan la lista de los lugares más simbólicos de este distrito.
Bronx

El Bronx está situado al Norte de la ciudad y es el único distrito que forma parte del continente. Su nombre deriva del primer colonizador de esta parte de la ciudad en 1639, el sueco Jonas Bronck. La zona más cercana a Manhattan, el Sur del Bronx, es la más decadente y castigada del distrito. El resto del Bronx es completamente distinto, contando con zonas residenciales seguras y cuidadas, e inmensos parques.
El Wildlife Conservation Park o Bronx Zoo con 107 Ha. y 6000 animales, es el zoológico metropolitano más grande de Estados Unidos. Muy cerca está el New York Botanical Garden que cuenta con una cuidada flora y fauna en sus 40 acres de bosque. En el Sur del Bronx se encuentra el Yankee Stadium, sede del equipo de béisbol NY Yankees, desde 1923.
Queens

Situado al Noroeste de Long Island, se trata del distrito más grande de Nueva York. Queens fue bautizado así en 1683, en honor a la reina Catherine de Braganza, esposa de Carlos II de Inglaterra. Este distrito está considerado como el dormitorio de Nueva York. Ocupado en su mayor parte por típicas casas unifamiliares fabricadas en madera, cuenta con una gran diversidad étnica.

El Museum for African Art, único museo del país dedicado al arte y cultura africana; el New York Hall of Science, único museo de ciencia y tecnología de la ciudad; el Queens Museum of Art con su impresionante maqueta a escala de Nueva York y el museo de arte contemporáneo P.S.1 Contemporary Art Center, afiliado al MoMA, son los símbolos culturales de Queens.

El Flushing Meadows - Corona Park, es el parque con el más completo complejo deportivo y de atracciones de la ciudad, del que destacan el Shea Stadium del equipo de béisbol NY Mets y el USTA National Tennis Center, lugar en el que se celebra el US Open de tenis. Dos de los tres aeropuertos con que cuenta la ciudad se encuentran en Quenns. El aeropuerto internacional John F. Kennedy, situado al Sur del distrito, en Jamaica; y el aeropuerto nacional LaGuardia, al Norte, en Jackson Heights.

Staten Island


A este tranquilo distrito se puede acceder día y noche gratuitamente a bordo del Staten Island Ferry ofreciendo maravillosas vistas de Manhattan y de la Estatua de la Libertad. El Jacques Marchais Museum of Tibetan Art con la mayor colección de objetos budistas del mundo fuera del Tíbet; y el Garibaldi- Meucci Museum lugar donde vivió el italiano Antonio Meucci, el verdadero inventor del teléfono, son dos de las joyas con las que cuenta Staten Island.

lunes, 16 de marzo de 2009

Una fiesta tan vieja como la propia muerte


Así de sugerente es el título del relato que inicia toda esta aventura.

La historia transcurre en Halloween, cuando nuestra protagonista, se dispone a celebrar sola esa fiesta y recibe una inesperada visita...

jueves, 12 de febrero de 2009

¿Cómo surge Entre la vida y la muerte?

Hace algo más de un año, unas semanas antes de que concluyera el plazo para el premio Minotauro, estaba yo bloqueada, sin poder avanzar con El paladín de la reina. Fue entonces cuando decidí apuntarme a un taller de escritura que, aunque al final no resultó ser como yo esperaba, si que fue el empuje que en aquel momento necesitaba para salir adelante.

El primer relato que nuestro profesor nos mandó hacer fue el que da título al primero de esta serie. Más adelante, aparcado en un cajón decidí enviarlo a concurso y entonces tuve la idea de hacer que los siguientes relatos que enviara tendrían como eje principal la misma historia.

Por supuesto la idea no es nueva. Quería hacer relatos que pudieran leerse de manera independiente, de modo que en un futuro pudieran reunirse todos en un mismo volumen. De esta manera mataba dos pájaros de un tiro: por un lado trabajar el relato corto, tan verde para mí y en segundo lugar, escribir sobre un tema que siempre me ha gustado.

Además sin prisas y sin pausas. Sin un límite preestablecido ni un final determinado. Simplemente historias que se van sucediendo.
 

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