miércoles, 23 de septiembre de 2009
Conclusión
-Me han hablado mucho de tu trabajo -continuó él, rompiendo con sus palabras la magia de momento-. No es ningún secreto que tus campañas publicitarias son todo un éxito. Mi grupo quiere que te unas a nosotros.
-¿Tu grupo? -pregunté sorprendida.
-Los Aparecidos.
-Suena siniestro.
Él sonrió.
-El nombre no es muy apropiado que digamos, pero hacen cosas extraordinarias: ayudan a personas que atraviesan situaciones como la que yo he superado, gente que ha perdido toda esperanza de vivir una vida normal, individuos que por sí solos, no son capaces de superar una grave enfermedad.
-Y, ¿qué es lo que hacen exactamente?
Él dejó a un lado el atizador y se puso en pie.
-Normalmente se encargan de cubrir los gastos de médicos especializados que la familia no puede costear, también les ayudan a superar las secuelas psíquicas que la enfermedad haya podido ocasionar y les facilitan nuevos empleos.
-¿Y cómo pueden costear todo eso?
-Principalmente a base de donativos. Por eso, cuando descubrí que trabajabas en el departamento de publicidad del New York Times, pensé que serías la persona ideal para colaborar con nosotros...
Hizo una pequeña pausa y luego continuó:
-También consideré la idea de reanudar nuestra relación.
Aquella declaración me dejó sorprendida y no pude evitar preguntarle:
-¿Estás casado?
Él volvió a sonreirme y me sentí cautivada por aquella sonrisa.
-No. No estoy casado... en cierto modo.
Eso podía significar que estaba viviendo con alguien. Decidí desviar la conversación hacia un tema que me resultara menos incómodo.
-¿Qué has hecho durante todos estos años?
-He viajado mucho. Tras superar la enfermedad decidí compartir mi experiencia, me uní a Los Aparecidos, y desde entonces me he dedicado a ayudar a la gente que pasa por situaciones similares a la mia.
Era la segunda vez que nombraba su enfermedad. Eso sólo podía significar que había conseguido superar todo aquello. Desde que le diagnosticaran una anemia ferropénica, su salud había ido empeorando, haciendole que cada vez se sintiera más débil, hasta que se vio consumido de tal manera que no tuvo más remedio que abandonar su carrera y, con ello, todas sus ilusiones. No era normal que la enfermedad se agravara de aquel modo, pero los médicos no encontraban ninguna solución a su caso.
Cuando finalicé la carrera me trasladé a vivir a Tarragona y perdimos el contacto. Verlo ahora ante mí y con aquel aspecto tan saludable, me hacía sentir extraña. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido y entre nosotros nunca hubiera existido aquella separación.
-¿Te quedarás a cenar?
No sé por qué, pero esperaba que dijera que sí.
-Por supuesto -respondió mientras desviaba la mirada hacia la puerta de la cocina que permanecía entreabierta-, me encanta el carpaccio.
-¿Cómo sabes que tenía carpaccio para cenar?
-Me encanta el olor de la carne cruda.
Pensé que tenía un excelente olfato.
-¿Te apetece una copa de vino del Priorat?
Él enarcó una ceja, sorprendido. Yo le sonreí, y sin esperar a que me contestara, me dirigí hacia la cocina, recuperé mi copa que había dejado sobre la encimera y serví una nueva y generosa cantidad para él. Cuando salí al comedor, él se había quitado la chaqueta y la dejaba caer despreocupadamente sobre el respaldo del sofá. Le ofrecí la copa de vino y él se la llevó a los labios.
-Excelente cosecha la del 2004 -aseguró como si fuera un excelente catador. Luego se llevó la mano derecha a la parte superior del cuello de su camisa y desabrochó un par de botones.
Aquello me sorprendió bastante; me hizo pensar en lo atractivo que se había vuelto con el paso de los años y en si yo estaba a la altura de las circunstancias. Entonces recordé, alarmada, que tal vez mi cabeza se hallara invadida por aquellas innumerables y horribles orquillas que utilizaba para sujetar ni rebelde cabello. Dejé la copa a un lado de la mesa y me dirigí hacia el espejo que colgaba de la pared para examinar mi aspecto.
El espejo reflejaba mi imagen. Era un bonito espejo que mi madre me había regalado con motivo de mi traslado. Era el único recuerdo de una vida que había dejado atrás.
De pronto escuché su voz tras de mí.
-Así qué: ¿estás de acuerdo?
-¿En qué? -le respondí mientras arreglaba un par de rebeldes mechones que caían sobre mi frente.
-¿Qué te parece mi propuesta?
-Me parece muy interesante.
-Pues sólo tienes que decir la palabra SI y te abriré los ojos a un mundo nuevo. Conocerás gente diferente, personas maravillosas con las que, sin duda alguna, congeniarás ala perfección.
¿Gente nueva? ¿Amigos? Por fin iba a tener la oportunidad de conocer personas que no tenían nada que ver con mi trabajo, gente con la que podía congeniar y celebrar fiestas maravillosas como la de Halloween. No lo dudé un instante y respondí:
-Sí.
En ese momento, sentí cómo una ráfaga de aire frio e intenso penetraba en la sala. Me estremecí al percibir que algo rozaba mi cuello y un ligero vaho erizaba los pelos de mi nuca. Unos frios dedos rodearon mi garganta y el broche que sujetaba la cadena de mi pequeño crucifijo se desprendió, dejando oculto aquel símbolo cristiano bajo el escote, en forma de pico, de mi camisa.
Entonces lo comprendí todo.
Alcé mis ojos para buscar a Carlos pero no vi su reflejo en el espejo. Comprendí, demasiado tarde, que él no había superado su enfermedad o, al menos, no como se supone que debería haberlo hecho. La verdad era mucho más escalofriante. Lo más duro era reconocer que él no me había engañado en ningún momento. Me había puesto las cosas bien claras. Él no había quebrantado las reglas pero yo sí: él me había pedido que lo invitara a entrar en mi casa y yo lo había hecho; él me había preguntado si quería formar parte de aquella nueva vida y yo, le había dicho que sí.
Intenté recordar todas las oraciones que me enseñaron de pequeña pero mi alma ya estaba condenada. Cuando sentí el dolor de sus colmillos hincándose de manera precisa sobre aquel punto de mi cuello, muy cercano a la yugular, comprendí que para mi la vida, tal y como la había conocido hasta entonces, había llegado a su fin.
martes, 15 de septiembre de 2009
True Blood llega a la Cuatro
Antes de concluir el relato empezado antes del verano tenemos que destacar el estreno de True Blood en el canal cuatro. Al fin, los que no estamos abonados al Plus, tenemos la oportunidad de seguir esta serie basada en las novelas de Charlaine Harris.
Curiosamente, este fin de semana tuve la ocasión de leer el primer libro de los nueve que, por el momento, consta esta saga. Aqui, en España, tan sólo se han publicado tres y a finales de este mes de octubre, coincidiendo con las fechas de Halloween, tendremos la oportunidad de adquirir el cuarto.
Pero... ¿de qué va True Blood?
True Blood nos cuenta la historia de Sookie Stackhouse, una camarera con poderes telepáticos que termina enamorandose de Bill Compton, un vampiro cuya mente, no puede leer. En este primer volumen (Muerto hasta el anochecer) se nos presenta a los personajes y el extraño modo de vida que los rodea: resulta que ahora los vampiros se están reinsertando en la sociedad y todo gracias a los japoneses que han inventado una nueva bebida sintética, True Blood, que puede adquirirse en cualquier supermercado y que contiene todas las propiedades y nutrientes que un vampiro necesita para sobrevivir.
Después de ver el primer episocio y de haber leído el libro, puedo asegurar que la adaptación es muy buena. Si mi instinto no me engaña, la primera temporada abarcará lo que es el primer volumen de la serie, por lo que podemos augurar que tendremos serie para largo.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Tras la puerta...
miércoles, 29 de julio de 2009
Preparando una fiesta...
Colgué las brujas en las ventanas, el esqueleto cerca de la chimenea y la calabaza la dejé sobre la mesa para ambientar mi "cena para dos", es decir: para mí y mi amigo invisible. Luego coloqué el muérdago bajo la entrada de la puerta para atraer el espíritu de algún hombre guapo que se enamorara perdidamente de mí aquella noche y me dispuse a encender la chimenea. Normalmente hacía servir la calefacción central pero aquella noche, creaba más ambiente el calor del hogar.
Me acerqué a la chimenea y dispuse las ramas tal y como había visto hacer en las películas. Evidentemente, no conseguí que estas prendieran. Era más sencillo verlo que hacerlo.
Dejé a un lado el atizador y me acerqué a la cocina para combatir el frio con una buena copa de L'Ermita del año 2004 de Priorat, comprado expresamente para la ocasión en la conocida tienda "Tinto Fino", situada en el East Village. Los 440 dólares que me había costado la botella deberían bastar para que el preciado vino tuviera el mismo efecto que una buena calefacción. Descorché la botella y me serví una copa. Luego me dispuse a preparar el carpaccio.
Entonces llamaron a la puerta.
viernes, 24 de julio de 2009
El Comienzo...
¿A quién le gusta estar solo?
Hacía aproximadamente ocho meses que me había trasladado a la ciudad de Nueva York por motivos laborales, más concretamente a Greenwich Village -en el barrio de Manhattan-, y aún no me había adaptado a su agitado ritmo de vida; dicho de otro modo: todavía no conocía a nadie que me invitara a sus fiestas. Ser la nueva coordinadora de la sección publicitaria del New York Times no era la mejor manera de establecer una relación de carácter personal y ello propiciaba que echara de menos a los amigos que había dejado atrás; y es que, vivir en la Gran Manzana, no era lo mismo que vivir en un pequeño pueblo de la costa.
Aquella misma tarde había recibido un correo electrónico en el que una tradicional bruja rodeada de siniestros murciélagos reía de manera estridente mientras aparecían unas letras formando la frase: "Feliz Halloween". Lo enviaba mi amiga Agnés junto con un mensaje en el que me explicaba que le habían entregado las llaves de su nueva casa y, para celebrarlo, había invitado a todas nuestras amistades a una gran barbacoa. ¿Una barbacoa en pleno mes de octubre y con el frio que hacía? Una vez más me daba cuenta de la gran distancia que nos separaba.
Transcurría el mes de octubre, en pleno otoño. Los árboles habían perdido ya sus hojas y hacía un frio que te calaba hasta los huesos. Aquella era una de las cosas que más echaba de menos: el clima cálido de Tarragona. Durante unos instantes, sentí que la envidia y la nostalgia me corroían. Pero no soy una persona que se deprima con facilidad, al menos, no pensaba hacerlo en un día como aquél; así que sin perder más tiempo, moví el cursor hacia la entrada de mi correo que ponía "responder" y tecleé: Espero que disfrutes mucho de tu nueva casa. Saluda a todos de mi parte y... ¡feliz halloween! Luego le dí a "enviar", cerré el portátil sin comprobar que el mensaje se hubiera enviado correctamente y me dirigí hacia mi escondite secreto, en el que guardaba unos cuantos dólares para casos de emergencia.
Y aquél, era un caso de emergencia.
Cogí todo el dinero y lo metí en el bolsillo interior de mis tejanos. Luego me puse el abrigo y coloqué despreocupadamente una bufanda alrededor de mi cuello por si hacía demasiado frio. Cuando abrí la puerta me quedé helada. ¡Ya había vuelto a nevar! Ajusté la bufanda alrededor de mi cuello y opté por coger el bus para ir hacia el East Village. Estaba convencida de que si tomaba un taxi, éste se las ingeniaría para tomar la sexta avenida y meterse de lleno en el famoso desfile de halloween que tendría lugar dentro de media hora y no estaba dispuesta a que un listillo taxista se ganara su paga extra conmigo. Los dólares que tenía estaban destinados a las compras de halloween.
miércoles, 1 de julio de 2009
Retomando proyectos
jueves, 26 de marzo de 2009
New York
Decidí que fuera Nueva York.
La ciudad de Nueva York está situada en la costa Este de Estados Unidos de Norteamérica, bañado por el Océano Atlántico en el que desemboca el río Hudson que atraviesa todo el estado. Limita al Oeste con New Jersey, al Noroeste con Connecticut y al Sureste con Long Island. La ciudad da nombre al estado cuya capital es Albany. Hasta 1898 la ciudad estaba formada únicamente por Manhattan a la que se le unieron ese mismo año los condados de Kings (Brooklyn), Queens, Bronx y Richmond (Staten Island).
Nuestra protagonista vive en Greenwich Village, uno de los barrios del bajo Manhattan. Pero veamos cómo son estos condados que conforman New York.
Manhattan
Situado al Noroeste de Long Island, se trata del distrito más grande de Nueva York. Queens fue bautizado así en 1683, en honor a la reina Catherine de Braganza, esposa de Carlos II de Inglaterra. Este distrito está considerado como el dormitorio de Nueva York. Ocupado en su mayor parte por típicas casas unifamiliares fabricadas en madera, cuenta con una gran diversidad étnica.
El Museum for African Art, único museo del país dedicado al arte y cultura africana; el New York Hall of Science, único museo de ciencia y tecnología de la ciudad; el Queens Museum of Art con su impresionante maqueta a escala de Nueva York y el museo de arte contemporáneo P.S.1 Contemporary Art Center, afiliado al MoMA, son los símbolos culturales de Queens.
El Flushing Meadows - Corona Park, es el parque con el más completo complejo deportivo y de atracciones de la ciudad, del que destacan el Shea Stadium del equipo de béisbol NY Mets y el USTA National Tennis Center, lugar en el que se celebra el US Open de tenis. Dos de los tres aeropuertos con que cuenta la ciudad se encuentran en Quenns. El aeropuerto internacional John F. Kennedy, situado al Sur del distrito, en Jamaica; y el aeropuerto nacional LaGuardia, al Norte, en Jackson Heights.
Staten Island
A este tranquilo distrito se puede acceder día y noche gratuitamente a bordo del Staten Island Ferry ofreciendo maravillosas vistas de Manhattan y de la Estatua de la Libertad. El Jacques Marchais Museum of Tibetan Art con la mayor colección de objetos budistas del mundo fuera del Tíbet; y el Garibaldi- Meucci Museum lugar donde vivió el italiano Antonio Meucci, el verdadero inventor del teléfono, son dos de las joyas con las que cuenta Staten Island.
lunes, 16 de marzo de 2009
Una fiesta tan vieja como la propia muerte
La historia transcurre en Halloween, cuando nuestra protagonista, se dispone a celebrar sola esa fiesta y recibe una inesperada visita...
jueves, 12 de febrero de 2009
¿Cómo surge Entre la vida y la muerte?
El primer relato que nuestro profesor nos mandó hacer fue el que da título al primero de esta serie. Más adelante, aparcado en un cajón decidí enviarlo a concurso y entonces tuve la idea de hacer que los siguientes relatos que enviara tendrían como eje principal la misma historia.
Por supuesto la idea no es nueva. Quería hacer relatos que pudieran leerse de manera independiente, de modo que en un futuro pudieran reunirse todos en un mismo volumen. De esta manera mataba dos pájaros de un tiro: por un lado trabajar el relato corto, tan verde para mí y en segundo lugar, escribir sobre un tema que siempre me ha gustado.
Además sin prisas y sin pausas. Sin un límite preestablecido ni un final determinado. Simplemente historias que se van sucediendo.