viernes, 24 de julio de 2009

El Comienzo...


¿A quién le gusta estar solo?
Hacía aproximadamente ocho meses que me había trasladado a la ciudad de Nueva York por motivos laborales, más concretamente a Greenwich Village -en el barrio de Manhattan-, y aún no me había adaptado a su agitado ritmo de vida; dicho de otro modo: todavía no conocía a nadie que me invitara a sus fiestas. Ser la nueva coordinadora de la sección publicitaria del New York Times no era la mejor manera de establecer una relación de carácter personal y ello propiciaba que echara de menos a los amigos que había dejado atrás; y es que, vivir en la Gran Manzana, no era lo mismo que vivir en un pequeño pueblo de la costa.
Aquella misma tarde había recibido un correo electrónico en el que una tradicional bruja rodeada de siniestros murciélagos reía de manera estridente mientras aparecían unas letras formando la frase: "Feliz Halloween". Lo enviaba mi amiga Agnés junto con un mensaje en el que me explicaba que le habían entregado las llaves de su nueva casa y, para celebrarlo, había invitado a todas nuestras amistades a una gran barbacoa. ¿Una barbacoa en pleno mes de octubre y con el frio que hacía? Una vez más me daba cuenta de la gran distancia que nos separaba.
Transcurría el mes de octubre, en pleno otoño. Los árboles habían perdido ya sus hojas y hacía un frio que te calaba hasta los huesos. Aquella era una de las cosas que más echaba de menos: el clima cálido de Tarragona. Durante unos instantes, sentí que la envidia y la nostalgia me corroían. Pero no soy una persona que se deprima con facilidad, al menos, no pensaba hacerlo en un día como aquél; así que sin perder más tiempo, moví el cursor hacia la entrada de mi correo que ponía "responder" y tecleé: Espero que disfrutes mucho de tu nueva casa. Saluda a todos de mi parte y... ¡feliz halloween! Luego le dí a "enviar", cerré el portátil sin comprobar que el mensaje se hubiera enviado correctamente y me dirigí hacia mi escondite secreto, en el que guardaba unos cuantos dólares para casos de emergencia.
Y aquél, era un caso de emergencia.
Cogí todo el dinero y lo metí en el bolsillo interior de mis tejanos. Luego me puse el abrigo y coloqué despreocupadamente una bufanda alrededor de mi cuello por si hacía demasiado frio. Cuando abrí la puerta me quedé helada. ¡Ya había vuelto a nevar! Ajusté la bufanda alrededor de mi cuello y opté por coger el bus para ir hacia el East Village. Estaba convencida de que si tomaba un taxi, éste se las ingeniaría para tomar la sexta avenida y meterse de lleno en el famoso desfile de halloween que tendría lugar dentro de media hora y no estaba dispuesta a que un listillo taxista se ganara su paga extra conmigo. Los dólares que tenía estaban destinados a las compras de halloween.

2 comentarios:

Carolina dijo...

Me gusta mucho que lo hayas ambientado en la Gran Manzana. Esto promete!

Belén dijo...

Había que escoger una capital. ¿Por qué no Nueva York? Me parece un lugar fascinante y muy interesante para el tema propuesto.

 

Entre la Vida y la Muerte © 2008. Design By: SkinCorner